¿Por qué coaching? ¿Qué me puede aportar el coaching? ¿Por qué ser coach? ¿Por qué esta disciplina del coaching? Los antidepresivos son las pastillas más consumidas de los últimas décadas… ¿Es que nos estamos volviendo todos locos? ¿O quizás nos quedamos cada día más vacíos y llenos de preguntas? ¿Qué está consiguiendo llenar el coaching en nuestra sociedad? ¿Por qué el coaching?
Tuve oportunidad de compartir con el gran Julio Olalla, uno de los creadores del coaching, la idea general en la que nos ha ido encauzando la sociedad en los últimos 500 años. Antes había que conectarse con la esencia de uno mismo y alinearse con la energía que nos unía a este mundo.
Pero desde tiempos atrás atiende a la ciencia más que a otra serie de características menos tangibles, habiéndose aislado los sentimientos poco a poco. Sólo es válido todo lo que sea demostrable de forma repetida, y precisamente, los sentimientos son algo muy personal. El conocimiento de cada individuo no es válido si no es contrastable en otras personas por lo que, poco a poco, hemos ido anulando nuestro ser interior, para hacer valer el conocimiento colectivo. Ahora hay que medir, calcular, gestionar, y todo el que no esté alineado con estas ideas de la vida, es susceptible de medicarse con antidepresivos porque está camino de la locura. Parece que la desconexión con nuestro interior es el principal motivo por el que el coaching está surgiendo con fuerza como nueva práctica en el mundo.
De pequeño hacía grandes desplazamientos en tren para llegar a mi destino de vacaciones. Era casi un día de viaje, durante el que tenía tiempo de mirar por la ventana el paso de todos los paisajes, y sonreír al ver pasar algunos parajes familiares. ¿Qué pasa hoy en día? Los niños van pegados a un DVD portátil con los últimos dibujos animados y no miran ni una sola montaña… ¡así no hacen ruido y se portan bien! Por mi parte no hay problema pero, ¿estamos criando robots o personas humanas?
Nos hemos ido encargando de generar un agujero entre nuestro mundo interior y el mundo exterior. Cuando comenzamos un nuevo trabajo, las preguntas que nos enseñan a formular son del tipo ¿qué piensan los demás de mí? ¿Estoy realmente consiguiendo pertenecer a esta empresa? ¿Cómo miden el rendimiento en mi empresa? Pero pocas veces se pregunta uno, ¿cómo me siento? Cuanto menos nos hagamos esa pregunta, más competitivos seremos, más profesionales, más alineados con los valores de la empresa.
Mi madre siempre me enseñó a sentir, a tocar las cosas, a mirar los paisajes. Pero, a pesar de su empeño, el sistema acabó con todo su esfuerzo. Después de una ingeniería, un MBA, varios trabajos, y vivir en constante competencia, el mundo se encargó de apartar mis emociones a un lado. Lo importante era lo que pensaban los demás de mí, lo que me llevaba a formularme preguntas como ¿cuál será el trabajo con el que más éxito me recordarán? ¿Cuál será la casa o el coche con la que más pueda presumir?
Era muy inteligente, y la gente pensaba que tenía mucho éxito, aunque estuviera vendiendo mi alma al diablo. La vida decidió parar lo que yo no era capaz de cambiar por mí mismo. Un motorista me arrolló y me hizo volar por los aires, dejándome sin oxígeno en el cerebro durante unos largos segundos. Como explico en un capítulo del libro, “Autocoaching para despertar”, pude ver la muerte de cerca.
Pero pocas veces he contado que mi lado racional se apagó por completo durante meses, quedando dañado desde entonces. Un día lloré sin parar al escuchar la voz de cada persona y muchas veces sigo llorando de emoción al escuchar una canción, o al ver un paisaje inolvidable. Agradecido al mundo por seguir vivo, poca gente comprende por qué comienzo a llorar como un dulce niño. Ni que decir tiene, que antes del accidente no hacía cosas así, quizás porque el sistema me había enseñado que llorar es de cobardes.
Se podría decir que aprendí cosas nuevas. Pero no fue una aprendizaje, fueron experiencias muy reales, que me hicieron sentir mi yo más profundo. Ahora sé, que llorar no es de cobardes. Es más, entiendo que quien se niega a llorar, es un cobarde, y probablemente acabará con una pastilla antidepresiva para paliar tan intensa amargura. Ya no me molesta que me vean llorar en público (con motivo, claro) porque entiendo que se expresa mi interior. Me encanta no ocultarme, quizás porque no estoy compuesto de cables, sino de emociones.
Retengamos por un momento en la matriz siguiente las principales ideas que he intentado transmitir, y pongamos énfasis en situarnos. Desde nuestro interior como personas, hasta el exterior como todo lo que nos rodea. Desde nosotros como sujetos, hasta un colectivo como grupo de personas. Comprobemos la siguiente matriz, que es la base de muchos trabajos de Ken Wilber:
Interior | Exterior | |
---|---|---|
Individual | ¿Cómo me siento? | ¿Qué piensa de mí la otra persona? |
Colectivo | ¿Me siento parte del grupo? | ¿Qué piensa de mí la sociedad? |
Las partes resaltadas en color más oscuro son las que la ciencia nos ha enseñado a contrastar sin problemas. Es más, sabemos medir a la perfección a otros, valorar todo lo que nos rodea, pero nos solemos negar a medirnos y a sentir nuestro interior. ¿Cuántas veces estamos haciendo algo por compromiso sólo por satisfacer a los demás cuando en el fondo estamos sufriendo enormemente?
No dejo de comprobar una y otra vez personas que no realizan sus sueños porque piensan que dejarán de ser aceptadas en sus núcleos familiares, laborales o sociales. Los deseos de los demás, de cómo van a ser vistos, de cómo los van a valorar, están por encima de sus propias necesidades. Nos olvidamos de valorar muchas veces lo que tenemos, y sólo cobra valor, cuando nos damos cuenta por los demás que ya no lo tenemos.
Como resumen hay que tener conciencia de que es más importante lo que sentimos que lo que piensen los demás de nosotros. Hay que cuidar las formas, sí, porque tampoco es cuestión de ir haciendo el loco. Pero el problema es que mucha gente nunca se da permiso para hacer un poco el loco, y al final, viven la vida que quieren los demás. Llegó el momento de vivir, eligiendo lo que quieres hacer y sentir con la gente que te rodea y apoya. Sin miedo a pedir ayuda a un coach para conseguir nuestros sueños e ilusiones.
Artículo publicado en la Revista Equipos y Talento.
Muchas gracias por compartir esta reflexión tan llena de sentimiento y de vida. Hay que pararse más de lo que lo hacemos a pensar un poco más en nosotros, en qué queremos, qué nos hace ilusión y cómo nos sentimos… en esto completamente de acuerdo contigo. Lo triste es que solo nos paramos a pensarlo cuando la vida te da un revés y empiezas a valorar las cosas de las que nos han ido insensibilizando…
Gracias.
Marta, muchas gracias por tu comentario… ¡no podría estar más de acuerdo!
Me ha encantado el artículo… Creo que muchas veces se es consciente de la propia infelicidad pero se busca fuera y culpabilizando a los demás de no obtenerla, cuando la respuesta está en nuestro interior y en nuestra falta de coraje para afrontar nuestros sueños y los cambios que tenemos que hacer para lograrlos. Es más fácil no salir de la zona de comodidad y seguir culpando a lo que nos rodea.
Pilar, muchas gracias por el comentario… ¡totalmente de acuerdo!
Pedro, que buen articulo! En los tiempos que corren creo que es importante pararse dos veces a pensar si verdaderamente estamos haciendo lo que nos gusta o si solamente estamos desarrollando un rol que nos permite sobrevivir.
Marian, muchas gracias por el comentario… ¡parece que ahora casi todo el mundo anda sobreviviendo! 😀