Ni canto, ni bailo, ni actúo en series de televisión. Tampoco tengo una cara de modelo, ni un cuerpo de atleta ni una figura ejemplar. Tampoco tengo un puesto directivo del que dependan cientos de personas, ni soy un político con influencias, ni tampoco dinero para hacer de business angel. Entonces, ¿cómo es posible que más de un millar de personas me felicitaran ayer por mi cumpleaños?
Creo que la clave llegó al final del día, cuando un contacto del Facebook me compartió: “Cada vez que alguien cumple años confirmo que la diferencia entre unos y otros es la dignidad con la que se haya vivido” Abel Pérez Rojas (1970). Educador mexicano.
Desde hace años decidí vivir con la dignidad y con la filosofía de ser congruente (pensar/sentir, decir y hacer en armonía) por bandera. En este mundo te puedes hacer de oro de muchas formas, por ejemplo puedes estar podrido de dinero y que nadie te quiera. O que no tengas ni un euro y te quiera todo el mundo. Aprendí muchas cosas de mi padre, y el día de su ausencia comprobé cómo la segunda forma mejoraba claramente a la primera.
¿No dijimos que siempre triunfaba la honestidad y el buen hacer? No oculto que la vida me ha regalado más crisis de lo habitual. Pese a tener “los huevos” de denunciar con pruebas certeras las malas prácticas de la justicia con los magistrados en España, incluso a presidentes de la organización más grande de coaches, he perdido por no haber sabido mentir como ellos. Pese a haber tenido el coraje de invertir en un proyecto de felicidad innovador y pionero, también me tuve que armar de valor para dejarlo todo atrás al ver que el país me estaba ahogando sin sentido. De todo aprendí que la mentira es la mejor arma para triunfar, pero personalmente no comparto esa forma de éxito.
Pero no me quejo, todo lo contrario, estoy jodidamente feliz. Ahora tengo un bebé que me está enseñando día a día que la vida es mágica. No se crean al primero que te diga que la vida va a ser maravillosa si persigues tus sueños. Ni tampoco al quejica compulsivo que reniega hasta del aire que le entra en los pulmones.
Ni un extremo ni el otro. Ahora empiezo a entender a Aristóteles, cuando presentaba la noción de virtud moral como perfección del alma, expresión de la libertad de la voluntad y término medio entre dos extremos viciosos. Al final lo mejor no es intentar ser el hombre más feliz del mundo, ni siquiera el más desgraciado. La virtud es aceptar la vida tal y como es, y disfrutarla.
Ya he cumplido mis 38 años. No tengo ni idea de cuántos más duraré, pero les aseguro que cada día que he vivido, tanto los buenos como los malos, han merecido la pena. Quizás deberías dar más importancia a lo que sientas y menos a lo que escuchas a tu alrededor, ¿te atreves a despertar?
¡Salud, Pedro!
¡Salud , Rita! 😀