Desde hace pocas décadas los hombres nos encontramos con una paradoja: en la mayoría de las sociedades se nos valora por el número de mujeres que hayamos podido conquistar pero al mismo tiempo que consigamos en una pareja un eterno cariño. Me podrán decir que no es verdad, pero si observan los últimos términos aparecidos como “metrosexual”, “follo-amigo” (amigos con derecho a roce), etc., verán que no ando muy desencaminado.
En las reuniones de hombres siempre que aparecen temas de mujeres se escuchan cosas del estilo: “¿tenía un par de tetas?”, “¿cómo la chupaba?”, “¿te la enculaste?”, “¿y sus amigas son facilonas?”. Que conste que acabo de incluir estas frases intencionadamente, ya que aunque no son de mi gusto, las quería incluir sin censura alguna.
Con la televisión esto se potencia bastante. Se escuchan frases publicitarias sin parar. Cualquier anuncio comercial pretende mostrarte que tengas un cuerpo esbelto y que varias mujeres se rindan a tus pies con el nuevo desodorante. Además tiene que ir acompañado del deportivo de última hornada que te asegura que un montón de mujeres se van a querer subir al mismo (y no sólo para que les des un paseo). Por no hablar de los programas tipo Gran Hermano, donde el morbo llega a límites insospechados cuando alguno se pone debajo de una sábana.
¿Dónde está quedando el amor? ¿Qué fue de esos poemas que se escribían a mano durante toda una noche en vela? ¿Y de llorar por las noches porque tu novia virtual se había ido unos meses a otra ciudad (a la que llamabas por teléfono)? ¿Y de esos amigos que podías tener del otro sexo sin que por eso todo el mundo pensara que ibais a acabar en la cama tarde o temprano?
Francamente me he perdido este caos actual. La Sociedad Consumista nos incita precisamente eso: “a consumir mujeres”, como si fueran productos de usar y tirar (a ver si conseguimos desapegarnos de tantas tonterías del pasado). Es importante no dejarse convencer por esas banalidades, porque las mujeres, además de personas como nosotros, son las que nos darán el mayor regalo de la vida, nuestros hijos. Entonces, ocurren dos opciones muy curiosas:
- Quién nunca ha tenido deseos de paternidad, vuelve con facilidad a la Sociedad Consumista y busca en las mujeres cómo apagar su propia soledad. Lo curioso es que quizás un día descubra que no ese consumismo no tiene fin, y que habrá dejado apagado muchos sentimientos.
- Quién descubre que la inercia anterior se puede cambiar y apoyarse en un nuevo paradigma en el que se antepone la calidad a la cantidad.
Lo que quiero para mi hijo en un futuro, cuando tenga relaciones en un futuro no quiero preguntarle por comentarios como los anteriores. Prefiero algo que suene así: “¿cómo te has sentido?”, “¿y si fuera la mujer de tu vida?”, “¿dónde te ha hecho sentir algo especial?”, …, con más amor.
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