Vuelve nuestra viajera Style4Life a una nueva entrega a rincones emocionantes del mundo. ¡Hablamos de sentir y explorar! ¡La felicidad en su estado puro! ¿Por qué le gustará más Budapest que París?
Paris fue durante mucho tiempo mi ciudad predilecta hasta que tuve la ocasión de conocer Budapest Mi trabajo actual me ha dado la oportunidad de descubrir y comenzar una “relación estable” con la llamada Perla del Danubio. Dejo así de añorar a la ciudad de la luz, cuyo descubrimiento también me vino de la mano de otro trabajo.
El tiempo libre después de una jornada laboral no siempre llama a la acción en cada ciudad que visito. Pero en Budapest me siento siempre con el ánimo y entusiasmo para salir a descubrir cada rincón de la ciudad, sea la hora que sea.
Budapest tiene la serenidad de las ciudades aún adormecidas al capitalismo, y cierto aire decadente portugués. Pero actualmente goza de una majestuosidad rescatada de su pasado imperial. Si subes la colina de Buda (orilla oeste del río) te trasladas al medievo. Paseando puede que te fijes en los tejados con ojos de algunas casas, así me parecen a mí sus ventanas abuhardilladas. Se quedarán en tu retina para siempre las maravillosas vistas del Danubio desde su Bastión. Pasear por el Pest (orilla este) es admirar su belleza a fuego lento, muy lejos del estrés habitual de las grandes urbes. Caminar es contemplar las fachadas solemnemente iluminadas cuando cae la noche. Es sentir que no hay prisa, que la ciudad te espera, que la gente aún camina y no parece estar programada para ir de un lado a otro como autómatas…
No es esplendor lo único que destaca de la ciudad. También hay ciertos lugares donde se respira el triste recuerdo que dejaron las guerras y las posguerras: el Hospital de la Roca en Buda es un laberinto bajo tierra en cuyas grutas se salvaron muchas vidas (donde se ilustra con mucho realismo las condiciones y situaciones vividas allí); el Museo del terror te traslada al horror de las dictaduras en una atmósfera de opresión y tristeza …; y otro lugar melancólico es la ribera del Danubio y su monumento a los zapatos, símbolo de judíos asesinados cruelmente junto a sus parejas (segunda Guerra Mundial).
Como gran fan de los spàs y templos de la relajación que soy “prescribo” absolutamente visitarlos. Széchenyi Gyógyfürdő con sus piscinas al aire libre a casi 40 grados, y su torbellino donde la risa está asegurada con sólo dejarte llevar por la corriente de agua. Destaco también el mítico hotel spa Géller, con cierto aire decadente y buen ejemplo del arte secesionista.
Realmente, Budapest es una ciudad donde uno puede sentirse a cuerpo de rey. Puedes cenar en los mejores restaurantes, ver la Bohéme de Puccini en el palco de la Opera, o alojarte en un hotel de habitaciones con vistas al Danubio -el mejor ansiolítico para dormir- a precios más que modestos. Sí, sibaritas del mundo, ¡ésta puede ser vuestra ciudad! Además abundan los bistrot.
Los húngaros son discretos y educados, y pueden ser muy atentos y serviciales. Especialmente los que hablan inglés. Sin embargo los que no lo hablan, no siempre reaccionan bien ante el extranjero. No comprender lo que otra persona te dice provoca desconfianza y nerviosismo. En una ocasión así lo sentí. Me quedé encerrada en la oficina sin tarjeta para salir del recinto al exterior. Traté de explicárselo a la única persona que por fin vi: la señora de la limpieza. Ella no me entendía, y seguía su ruta por la oficina. Así pues pensé “Zero stress”, y con mucha paciencia conseguí finalmente por mímica que me abriese la salida. No es el mejor ejemplo para hacer juicios de valor sobre la gente. Pero es mejor evitar situaciones así. La palabra clave, no incluida en los glosarios básicos de las guías de Hungría, es :“támogátas” que significa “ayuda” en una lengua poco sencilla como es el magiar.
Nada cambia mi afecto por esta ciudad. Me regocijo al regresar cada noche a mi habitual hotel. Su trato y servicio es exquisito. El hall siempre te espera agradablemente perfumado, con música jazz en directo. Igualmente la barra de bar con un depósito de pálinka colgante y generosos cócteles con la icónica paprika local.
Paris es para muchos la ciudad de sus sueños, hasta que tengan oportunidad de conocer Budapest y dejarse embriagar por su encanto, estoy segura.
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