¿Feliz en mi trabajo? ¿Día del trabajador? Es obvio que el trabajo no lo es todo, pero el trabajador tiene su día.
Es el 1 de mayo, día internacional de los trabajadores. Pero vamos, como el día de la madre, el día del padre, el día del niño y otros muchos días más, no resulta algo internacional, porque según el país se celebra en distintas fechas. En el planeta ni nos ponemos de acuerdo para conmemorar algo que hacemos casi todos. Si ya cuesta ajustar la fecha, ni qué decir su significado. Mientras que muchos países lo respetan y se paran casi por completo, otros no interrumpen la actividad de sus zonas turísticas.
¿Que todavía no tienes trabajo? Entonces, ¿qué vas a celebrar? ¿Qué estás cansado de tu trabajo o eres estudiante? Entonces, ¿qué celebras? Quizás todo esto no va contigo, ¿así que ya no quieres reivindicar los derechos de los trabajadores? Comencemos por lo básico, ¿para qué sirve trabajar? Personalmente, me crié con la idea de que «el trabajo dignifica» y, partiendo de esa motivación, intento que mi esfuerzo, además de proporcionarme el sustento para una vida digna, tenga algo de utilidad para el mundo.
Ese pensamiento positivo se asentó en mi vida a lo largo de los años y ha conseguido ser una increíble fuente de satisfacción. Tengo que reconocer que también me ha generado muchos enemigos, quienes no comparten el mismo valor y solo trabajan por dinero. Aprendí que mucha gente insatisfecha no tenía el menor reparo en pisarte sin reparo cuando comprobaban que sí se puede disfrutar de la vida y del trabajo. De toda mi experiencia laboral quiero contarte uno de mis mayores aprendizajes, que ha sido compartido miles de veces en las redes sociales y que no dudo que te arrancará una sonrisa. Son «Las 10 reglas que utiliza un incompetente profesional»:
1- Culpar a los demás: pase lo que pase, siempre habrá otra persona a la que se le podrá culpar de todos los males, por mucha o nula responsabilidad que tenga. En el argot de los inútiles, esta regla se llama “echar balones fuera” y llegan a mencionar aquello de “el perro se ha comido mis deberes”.
2- Apropiarse y aprovecharse de los logros de los demás: que resulta fundamental para llegar muy arriba mientras los de abajo no paran de quejarse de nuestra incompetencia. En el argot de los inútiles, se denomina “ponerse las medallas de otros”.
3- Decir que no se ha hecho nada: aunque le hayan filmado cometiendo el mayor crimen del mundo, niégalo todo. Siempre podrá alegar que es una compleja trama que ha preparado su peor enemigo para poner en duda su honestidad.
4- No dar la cara y evitar declaraciones: nunca intente defenderse si ha hecho algo mal. Le acusarán de cosas que ni hubiera pensado. Mejor evitar declaraciones y mencionar un escueto: –No he hecho nada, todo es un complot contra mi honestidad y buen hacer–. Vamos, lo de decir la verdad... para otros.
5- Buscar falsos testigos para apoyar la mentira: siempre hay algún amigo despistado, de esos que se mueren por estar a su lado, que estarán dispuestos a declarar cualquier cosa y que consolidarán nuestra tontería. Es importante tener algunos a mano. Aquí es bueno conocer la diferencia entre una advertencia y amenaza.
6- Poner a otros a declarar por ti: si no queda más remedio, y no se puede aplicar la regla 4, es mucho mejor si lo hacen otras personas por ti, vamos, lo que viene siendo "compartir el marrón". Con el complemento de los testigos de la regla anterior, intenta ahora poner a declarar a personas que sean bien simplonas, ya que acabarán aburriendo a todo el mundo.
7- Poner a un abogado a declarar por ti: agotado el punto anterior, mejor poner al abogado que responda con evasivas y contradicciones. Y siempre le puedes enseñar un montón de estas frases para gente mala.
8- Inventar un papel de santo: si finalmente nos toca decir algo, es importante haber creado una historia que nos eleve al nivel del Espíritu Santo y que haga pensar a todo el mundo que no haríamos tales actos bajo ningún concepto.
9- Arrojar piedras al tejado del enemigo: ¿alguien nos quiere poner contra las cuerdas? Por muy santo que sea, tendrá algún lado oscuro. Busca ese lado oscuro y golpéalo con fuerza hasta que no quede duda de que es peor persona que el Demonio.
10- Inventar un complot: si alguien ha llegado a ponernos contra las cuerdas, y aun así no hemos podido derribarlo, no queda más remedio que urdir un complot mediante una cortina de humo. Las historias más utilizadas son las que incluyen violación o acoso, porque siempre consigue recopilar muchos adeptos fanáticos.
¿A cuánta gente conoces que las aplica a las mil maravillas? ¿Quizás es la trabajo que te imaginas en vivir en Dubai? ¿Quizás te viene a la mente algún político? Seguro que las reconoces en alguna persona cercana que se presenta como un completo profesional, aunque en realidad no deja de ser un incompetente. La verdad es que ninguna regla ha salido de Internet o libro alguno. Todas las he sufrido en primera persona, en juicios o ataques, y me han servido para detectar a quienes considero incompetentes profesionales ("cucarachas humanas”). Si el trabajo dignifica, ¿cómo he podido llegar a observar todo esto en la práctica? ¿Por qué el trabajo está impidiendo que las personas se realicen y, en muchos casos, solo sirve para que puedan sobrevivir? ¡Excelente reflexión! ¡Nos vamos acercando! ¿Trabajas para vivir feliz o trabajas para conseguir el dinero que pague tus cuentas? ¿Te has planteado alguna vez que podríamos trabajar mucho menos si realmente bajamos nuestro deseo de consumir cosas que no necesitamos?
Unas buenas reflexiones que nos recuerda Pepe Mujica, expresidente de Uruguay, hemos creado un sistema capitalista que nos permite una calidad de vida superior a la de hace siglos, pero el propio sistema capitalista nos está devorando y acabamos trabajando para el sistema en vez de para nosotros mismos. Existen recursos naturales en la Tierra para poder abastecernos y estamos jugando a repartirlos mal. Muy mal. –Un momento, ¿estás indicando que nos volvamos comunistas y que todo sea compartido por todos?– ¿Ves cómo tu mente tiende a irse a los extremos? No soy partidario ni del consumismo ni del capitalismo acérrimo, pues ambos en sus extremos nos demuestran una cosa bien sencilla: no nos acercan a ser felices.
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